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C
on anterioridad al con-
curso convocado por la
Junta Directiva del en-
tonces Casino de Murcia, pero
al parecer en el mismo año de
1892, se había realizado un en-
cargo directo al pintor Joaquín
Agrasot Juan (Orihuela, 1836
- Valencia, 1919), inaugurando
con ello la colección pictórica
de esta entidad.
En ese momento ya contaba
Agrasot con un gran prestigio a
nivel nacional, tras un largo pe-
riodo de formación, completado
con becas y estancias en Italia,
donde contó con la relación de
amistad de otros reconocidos
pintores, en especial con Maria-
no Fortuny, al que se encontró
muy unido y del que, sin duda,
sigue los pasos estilísticos
dentro del denominado realis-
mo pictórico, buscando como
temática significativa el cos-
tumbrismo regional y las obras
de género; sin descartar otras,
como el desnudo, retratos o, las
entonces tan de moda, pinturas
de historia y orientalista.
Afincado en Valencia, tras su
regreso de Italia en 1875, fundó
y presidió el Círculo de Bellas
Artes de esta ciudad, siendo
nombrado miembro de número
de la Academia de Bellas Artes
de San Carlos de la misma y
académico correspondiente de
la Real Academia de San Fer-
nando de Madrid. Era, pues,
un reputadísimo pintor cuando
recibe este encargo para la de-
coración de la Sala de Billar.
El cuadro en cuestión, titu-
lado según unos “Alegría en el
juego” y para otros “Alegoría del
juego”, aunque de ser fieles a su
temática debería llamarse “Ale-
goría del billar”, se adquirió en
mil pesetas, lo que levantó gran
polémica, dada la notable dife-
rencia con el precio de quinien-
tas pesetas establecido para
la generalidad de los pintores
murcianos; solo el maestro Ger-
mán Hernández Amores igualó
el alto precio del oriolano, aun-
que sin crear tanto resquemor,
quizás por el gran respeto que
sus paisanos le tenían. Lo cier-
to es que esa prensa local,
que tanto eco se hacía de las
adquisiciones de pinturas para
el Casino, calló en el caso de
la obra de Agrasot, al que solo
menciona para hablar de un
agravio comparativo.
Al margen de estas cues-
tiones de carácter puramente
crematístico, siempre se ha
hablado de esta composición
como obra menor del autor,
acusándolo de algunos defec-
tos de forma y composición.
Hora es de que lo veamos des-
de otra perspectiva, en el sen-
tido más literal, y es que cada
vez estoy más convencida de
que la obra fue pensada y eje-
cutada para ser, como en otras
estancias del Casino, colocada
en el techo de la Sala de Bi-
llar, de ahí esa aparentemente
extraña perspectiva y ciertas
deformaciones en las figuras
y elementos que, sin duda, no
serían tales de ser vista en su
ubicación cenital.
De este modo cobrarían sen-
tido las torsiones de los niños
alados, como pequeños genios
del billar, que sobrevolarían
entre nubes nuestras cabezas,
sosteniendo los elementos de
este juego, bolas lanzadas al
cielo, tacos apoyados en el al-
godonoso elemento, el ábaco y
sus cuentas, que se derraman
sobre el espectador…
Por cierto, ¿no les parece
curiosa coincidencia la de las
alitas de mariposa empleadas
en estos geniecillos y las que,
muchos años después, también
empleara Marín Baldo para sus
personajes del Tocador de Se-
ñoras? ¿O ese niño alado que,
con los brazos abiertos, parece
caer sobre el espectador con
la joven que de igual modo, con
sus alas en llamas, semeja caer
para asombro del espectador
de la “La Noche o el embrujo de
Selene”? Puede que las musas
hicieran que la contemplación
del cuadro de Agrasot sirviera
de inspiración a D. José Mª Ma-
rín Baldo.
ARS CASINO
Por Mª Loreto López Martínez
Restauradora
La Pinacoteca del Casino
(2)
“ALEGORÍA DEL BILLAR” DE JOAQUÍN AGRASOT
“La obra fue pensada y ejecutada para
ser, como en otras estancias del Casino,
colocada en el techo de la Sala de Billar, de
ahí esa aparentemente extraña perspectiva
y ciertas deformaciones en las figuras y
elementos que, sin duda, no serían tales de
ser vista en su ubicación cenital”