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C
ultura
ARS CASINO
Por Mª Loreto López Martínez
Restauradora
Secretos del Tocador de Señoras
N
o, no crean que vamos
a cotillear en esta sec-
ción, vamos a contar
un poquito de la historia de esta
coqueta estancia, la “bombone-
ra” del Casino, y darles a cono-
cer alguno de sus secretillos.
Siempre se ha dicho que
desde su origen el Casino era
un lugar de profundo carácter
masculino, donde la mujer solo
tenía cabida en algunos
actos sociales muy pun-
tuales. De hecho se ha
contado, también como
una certeza, que hasta
1922 las damas no tenían
un espacio decoroso
para asearse y retocar-
se, siendo este espacio,
el que ahora conocemos
como Tocador de Seño-
ras, un trozo robado del
antiguo Gimnasio o Sala
de Armas.
Pues si bien es cier-
to que nuestras abuelas
únicamente acudían a
los bailes de sociedad y algún
evento muy señalado, también
lo es que en 1891, treinta años
antes de la fecha antes men-
cionada, ya contaban con una
zona exclusiva y reservada, en
el mismo lugar que hoy y sin
duda mermada del Gimnasio.
Estos datos, de los que solo
se tenía alguna constancia do-
cumental muy imprecisa, se
vieron ratificados durante la re-
ciente restauración.
A consecuencia de la urgen-
te necesidad de reparar parte
de la estructura del actual te-
cho, hubo que desmontar un
gran fragmento de los lienzos
que componen el mismo, para
acceder al arreglo del armazón
que lo sostiene, una estructura
de cañizo y yesos que, al ser
eliminada para evitar su inmi-
nente derrumbe y con ello la
irreparable destrucción de la
pintura que ahora lo decora,
dejó a la vista los restos del an-
tiguo techo decorado por Anto-
nio Meseguer Alcaraz (Murcia,
1851–1914), el llamado “Toca-
dor de Venus”, del que algunos
estudiosos llegaron a dudar de
su existencia. Y en otro estrato,
por encima de este, los restos
de la desaparecida pintura que
en origen decoró el Gimnasio,
sirviéndonos para copiar planti-
llas con las que poder rehacerla
en la Sala de Armas y que con-
taba como motivos con los tra-
bajos de Hércules, aunque solo
hayamos podido rescatar el pri-
mero de ellos, su lucha contra
el león de Nemea.
Únicamente nos quedan las
fotos que acompañan este ar-
tículo. Por desgracia es impo-
sible la visión y recuperación
de esta pintura decorativa, de
evidentísimo estilo modernista,
lo que demuestra que, aún en
“provincias”, se estaba muy al
tanto de las novedosas corrien-
tes artísticas. Cabezas de mu-
jer sobre flores cuyo ramaje re-
corre en cenefa que se ondula y
entrelaza. En las esquinas adi-
vinamos, pues no conseguimos
poder acceder a acercarnos a
la única que parecía encontrar-
se más completa, una
figura femenina de
largos cabellos orlada
por cenefas de flores;
la pintura al temple,
directa sobre los en-
lucidos que sustenta
un armazón de cañizo,
aún conserva sorpren-
dentemente la viveza
de sus tonos, amarillo
vainilla, rosa salmón,
verdes, incluso algún
toque de purpurina
dorada que ni tan si-
quiera ha oscurecido.
¿Qué ocurrió para
que se ocultara esta obra?
Nunca lo sabremos, pero sí
podemos asegurar que era el
único motivo de un estilo, el Mo-
dernismo, que se echa en falta
en el completo repertorio de ho-
menaje a la historia del arte que
componen la decoración de las
salas del Real Casino.