Página 14 - RCMAGAZINE12

Versión de HTML Básico

14
C
ultura
El ángel extraviado de Molina Sánchez
PINTURAS NARRADAS
Por Santiago Delgado
L
os Ángeles siempre fueron blancos o azules. Transparen-
tes, traslúcidos, etéreos… Fueron personajes pensados
como para la New Age de los sensibles hiperrealistas del
ideal cursi de lo intangible. Seres bellos e inmanentes, rubicundos
y bellísimos… Ésa fue la tradición que nos llegó. Una tradición
eurocéntrica, que toma prestados del clasicismo los prototipos
efébicos, y los viste y los acarameliza, y les da nombre y función.
Defienden, anuncian, curan… Y la iconografía cristiana, luego ca-
tólica, los dota de personalidad, los viste y los deja en la tradición
que perdura.
Pero el siglo XX es perverso, muy sabedor… y hace tabla rasa
de la tradición. No la anula, pero la obvia y la innova. Veinte siglos
de tradición sumisa dan paso a una iconoclastia sin límites. Algu-
na de ellas raya en el anatema,
en la blasfemia, en la ruptura.
Otras, simplemente, aplican
innovación a lo recibido. Estas
innovaciones son las que me
interesan. Las que continúan la inflexión de la deriva, no las que
dan en extravagancia y ordinariez.
El cuadro de Molina Sánchez nos muestra a un ángel lleno de
malvas, verdes y anaranjados destellos, de paleta sin más luz que
la que le damos con la mente nuestra. Es un ángel, sin mayúscula
inicial. Un ángel que ha bajado a la Tierra, luego de dos guerras
mundiales, de genocidios, de inhumanidad severa por toda la geo-
grafía conocida. Un ángel entre hombres que ya no creen en Dios,
y que han inventado la Ideología para sustituir a la Teología. Son
ángeles proletarios, cabos y sargentos, soldados rasos, de leva
quizá, de aquel ejército celestial que batió a Lucifer. Este ángel de
Molina Sánchez es uno de ellos, licenciado tras un amplio servicio
militar de milenios, luego de aquella batalla donde, por primera
vez, el Quinto de Caballería venció a Manitú. Un pobre ángel que
busca trabajo, como veterano de Vietnam en el pueblo nevado del
hondo interior de la Usalandia a punto de ganar la guerra fría, con
chérif déspota y burgueses egoístas. Poco importa que lleve flores
en las manos. Acaso no las sabe coger bien, como sus generales
sí sabían hacer en aquella guerra ganada.Y tampoco sabe qué ha-
cer con ellas. Desterrado fue del Paraíso, como aquel humano que
a la materia, al espacio, al tiempo y a la energía fue condenado.
Su juvenil melena le confiere aún lozanía y fresco fulgor de
plenitud, cual humano treintañero; y camina como tal. No vuela,
ni se traslada sobre nube alguna. Su adelantada pierna lo delata
como bípedo efectivo. Las flores no son enarboladas como triunfo,
tampoco en tanto que armas. Acaso busque dónde dejarlas dig-
namente, sin error, ni fracaso.
Acaso falte poco para que las
espinas de esas rosas le san-
gren la piel de ángel licenciado
de una guerra premitológica de
la que ya ni se acuerda. Sólo quiere llegar, pero no sabe dónde
tiene su casa. Su casa era la guerra con ígneas espadas y sedo-
sas túnicas celestes, con los derrotados despeñándose, abismo
celestial abajo, hasta las más profundas simas del planeta elegido.
Él no lo sabe, pero va en busca de Adán, el humano primero,
para darle un abrazo, un sentido abrazo… ¿Serán las flores para
Eva? Sabe que tiene que buscarlos en los alrededores del Paraí-
so, donde hace calor, y se suda, donde pican los mosquitos. Anda
buscando un compañero de fatigas, ajeno a la milicia. No lo sabe
pero ansía una amistad perdurable, en la que poder confiar, algo
que no se acabe… con una simple victoria que despide a los ca-
maradas tan sólo con una arenga de adioses, y de gracias por los
servicios prestados.
Foto: Ana Bernal.
“Un ángel que ha bajado a la Tierra, luego de dos
guerras mundiales, de genocidios, de inhumani
-
dad severa por toda la geografía conocida”