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C
ultura
E
l mismo año de 1892
en que era nombrado
académico de Bellas
Artes de San Fernando, D.
Germán Hernández Amores
(Murcia, 1823 – 1894) recibe
el encargo de realizar una
obra para el Casino de Mur-
cia, su ciudad natal, de la
que nunca se había distan-
ciado, a pesar de los años
fuera de ella.
A punto de cumplir los se-
tenta años, su prestigio como
pintor de inspiración clásica
estaba más que reconoci-
do en el ámbito artístico, su
puesto de profesor de Bellas
Artes en Madrid y varias me-
dallas en las Exposiciones
Nacionales lo avalaban.
De buen profesional en el
oficio de la pintura, siempre
dispuesto a ayudar con sus
consejos a los jóvenes ar-
tistas, persona modesta, de
carácter recto y trato afable,
elogiaban a nuestro ilustre
pintor en su presentación
en la Real Academia, vir-
tudes que al parecer eran
muy ciertas, a tenor de las
alabanzas con las que en
toda la prensa local era en-
salzado.
No desechaba D. Ger-
mán la temática mitológica,
aunque fuera en los temas
de historia o religiosos don-
de alcanzó sus mayores lo-
gros, y de este modo, para
la invitación que le hiciera el
Casino de Murcia, elige una
composición cuando menos
original de carácter profano,
una alegoría que, según re-
zan las cartelas y según titu-
lara en su relación de obras
Baquero Almansa, represen-
ta “El Amor encadenando al
Mundo” en la figura femeni-
na que sobrevuela semides-
nuda, aunque de fría belleza
escasamente sensual, un
globo terráqueo.
Pero olvidemos por un
momento ese título, que
en realidad no sabemos de
dónde procede. Los ele-
mentos que nos presenta el
autor nos induce a una lec-
tura, más próxima a la que
hiciera el articulista de El
Diario de Murcia en el mis-
mo instante de la llegada de
la obra, interpretando que
representa a la Fortuna, no
al Amor como ahora lo co-
nocemos, en forma de una
joven y estilizada mujer que,
en pose arrogante, derrocha
sus dones sobre el Mundo,
mientras dos genios intentan
recibirlos. Y no sería de ex-
trañar que el propio Hernán-
dez Amores, en un momento
en el que ha conseguido el
mayor de sus reconocimien-
tos, quisiera con esta obra
rendir un sentido homenaje
a esa caprichosa diosa que
tan generosamente le había
recompensado sus esfuer-
zos y agraciado con el laurel
del éxito, tal como luce en la
mano la doncella, pues no
podemos olvidar los humil-
des orígenes del maestro
Germán. La figura de nues-
tro insigne pintor, en el cenit
de su reconocimiento, lucía
en las portadas de la pren-
sa madrileña más popular,
como la del Madrid Cómico
donde, lejos de las mofas
habituales en este medio,
elogiaban al maestro: “Ador-
naron su carrera con laureles
sus pinceles. ¡Bien podría, si
quisiera, dormir sobre sus
laureles¡”.
El encargo que al parecer
se realiza a mediados de
agosto, con el revuelo que ya
mencionamos en la primera
entrega de esta serie sobre
la pinacoteca del Casino, por
la descompensada suma de
1.000 pesetas, frente a las
500 abonadas al resto de
pintores, ya estaba entrega-
do el 20 de octubre, siendo
el primero de los cinco en
hacerlo. Bien fuera por la
premura en la entrega, bien
porque el autor considera-
ra que la obra iba a ser un
simple ornato entre otros, no
parece que el esfuerzo com-
pensara su valor, lo cierto es
que no podemos valorarla
como pieza destacable de
Hernández Amores, que-
dando anulada por las de
otros pintores que, en aquel
entonces, luchaban por ha-
cerse un nombre en el pano-
rama artístico local.
ARS CASINO
Por Mª Loreto López Martínez
Restauradora
La Pinacoteca
del Casino
(3)
“EL AMOR ENCADENANDO
AL MUNDO” DE GERMÁN
HERNÁNDEZ AMORES
Para la invitación que le hiciera el Casino
de Murcia, elige una composición cuando
menos original de carácter profano