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O
pinión
M
e contaba mi amigo el traumató-
logo murciano Ripoll que en su
tierra familiar de Jumilla, en el al-
tiplano de la Región, hay mucha costumbre
de que los parroquianos salgan al campo
y se ahorquen de la rama de un almendro.
¿Significa eso que hace mucho calor allí o
poco y que por eso las cabezas dejan de
“estar buenas”, como se dice por aquí? Esa
opinión paracientífica, tan de moda estos
días, de que la gente se pone más o menos
triste o desesperada a causa de las condi-
ciones climáticas del lugar es muy discuti-
ble, si atendemos a la realidad. Este verano
en la capital de la región de Murcia ha sido
duro, no hay ninguna duda. La gente ha
calificado el calor y la humedad como “in-
soportables”. Ciertamente, cuando llega el
calor, como cuando en otras partes sopla
el viento, la gente suele empezar a decir
cosas raras, las cabezas se van y aumen-
tan algo las peleas domésticas y de bar.
¿Hemos querido morirnos los murcianos
más, de manera significativa, este verano,
nos hemos tirado más por la ventana por-
que ha hecho más calor que otros años?
No está claro que unas condiciones climáti-
cas extremas repercutan de forma decisiva
en la vida y la muerte de las personas. Mur-
cia parece que sobrevivirá a este verano y
a otros peores que vengan.
En primavera parece ser que los pensa-
mientos autodestructivos aumentan, según
las consultas de los psiquíatras. ¿Y en oto-
ño no, o en Navidad, y con la vuelta al cole,
o con la llegada de los fríos y las nubes, o
los grandes sofocos veraniegos? Al final re-
sulta que todo el año es una época crítica.
Lo mismo se puede decir del clima extre-
mo. No creo en que el estado de las cabe-
zas dependa en gran parte de si hace bue-
no. En Seattle, en el estado de Washington,
¿QUIÉN SOY?
D
urante cientos de días se había mirado en el espejo todas
las mañanas, pero siempre lo había utilizado como instru-
mento de aseo. Era una mirada profesional para salir a la
calle en las mejores condiciones. Todo el interés se centraba en
conseguir una buena imagen que fuese pulcra, bien valorada y
aceptada por los demás.
Pero el martes, las pupilas no recorrieron el entorno. De pronto
se encontraron centradas en sí mismas en el espejo. Era la prime-
ra vez que la imagen entraba en su consciencia libre de objetivos,
libre de propósitos. Fue el encuentro con unos ojos desconocidos
y surgieron las preguntas: ¿Quién es ese? ¿Soy yo? ¿Quién soy?
¿Qué hago? ¿Qué soy? ¿Por qué soy así? ¿Me he construido yo
o me han construido?
No podía salir como todos los días
porque era embarcarse en el anodino
mar de siempre. Las preguntas tenían
sentido y era necesario responderlas
desde la intimidad. No fue a trabajar, se encerró en su cuarto para
que nada interfiriera la meditación que se iba a plantear.
La primera respuesta que encontró fue que su persona era el re-
sultado de una creación social. No sólo le habían dado un cuerpo
sino que también, desde pequeño, dirigían su evolución y cons-
truían su personalidad. Siempre había sido obediente y había he-
cho lo que le ordenaban y/o le aconsejaban. Sus rebeliones fueron
pocas y controladas. Gracias a ello podría decir que había triunfa-
do profesionalmente y tenía una vida cómoda, pero ¿Quién era?
¿Lo que él quería o lo que “le habían hecho”? Era un desconocido
para sí mismo. Como buen profesional había hecho muchas co-
sas pero siempre siguiendo criterios e intereses de otras personas
¿Cuáles de esas cosas, de esas actividades, le hacían feliz? La
mirada del espejo le confirmó que muy pocas cosas le habían he-
cho feliz, pues casi todas habían sido por y para satisfacer deseos
e intereses de los demás. Vivía bien económicamente, gracias a
su trabajo y esfuerzo, pero era un ser domesticado al que ni siquie-
ra le agradecían las energías gastadas y las ayudas prestadas. En
realidad llegó a la triste conclusión: “nunca he sido libre”.
Siempre le dijeron lo que tenía que hacer, lo que debía estudiar
y las normas que debía seguir para ser buen hijo, buen ciudadano,
buen marido, buen padre y, posteriormente, buen abuelo. Le pasó
como aquel abuelo al que, durante toda su vida, le reservaban las
alas de pollo y un día, indignado, gritó
¿cuándo he dicho yo que me gusten
las alas de pollo?.
No sabía lo que le quedaba de vida,
pero no estaba dispuesto a seguir gi-
rando en la misma rueda, como un hámster, y quería cambiar
todo su sistema de relaciones sociales para construir una vida
nueva en la que pudiera ser él mismo, en la que se sintiera libre
para actuar según sus gustos e intereses y no supeditarse más
a las normas de los demás. Seguro que cometería errores pero
serían “sus errores” y se sentiría feliz consigo mismo, tanto por los
errores como por los aciertos. A partir de aquí, cuando se mirase
en el espejo tendría la respuesta cierta:
soy yo, el nuevo hombre
que estoy construyendo
. Y me siento orgulloso de mi obra que
va a servir de ejemplo a todos los demás que quieran ser autores
de sí mismos.
Juan Pérez Cobacho
EDUCACIÓN y FUTURO
CALOR PARA TIRARSE POR LA VENTANA
José Antonio Martínez-Abarca
CONTRA CASI TODO
La primera respuesta que
encontró fue que su persona era el
resultado de una creación social