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Especial
Felipe VI
Por Fernando Aznar. Ilustración: Ana Manzano.
Felipe VI, el “post campechano”
H
ay una pequeña anécdota, hace
tiempo olvidada, por la que un buen
observador pudo saber, a media-
dos de los años 70, que el entonces niño
Príncipe Felipe de Borbón accedería un día
al reinado de España como apropiado con-
tinuador de la dinastía de su muy Augusto
y Empático Padre. Me la contó por aque-
llos días mi madre, siendo Felipe muy niño,
cuando Juan Carlos acababa de acceder al
trono como Jefe del Estado a título de Rey.
El Príncipe se encontraba en la orilla de una
playa rellenando un gran cubo de plástico
con arena, con objeto de volcarlo en el frá-
gil castillo que construía (eran aún tiempos
más “Disney” en que los Príncipes pensa-
ban en castillos y no en chalés de ladrillo
visto con veinte cuartos de baño). El niño co-
gió en peso el recipiente, torció el gesto y dio
la primera muestra en su vida de la célebre
“campechanía juancarlista”, la de su padre,
tan apreciada luego por los republicanos de
este país: “coño, cómo pesa el cubo”, dijo el
pequeño personaje, de seis añitos.
Ese “coño” del egregio Principito, en un
tiempo en que los niños de piso de la bur-
guesía que leíamos tebeos como mucho
exclamábamos “córcholis”, hizo temblar por
unos días las estructuras de la clase biem-
pensante recién salida del franquismo. Los
biempensantes contaron lo de la mala boca
del Príncipe, presuntamente acaecida ante
la mirada atenta de algunos periodistas de
cámara o al menos ante Jaime Peñafiel,
como un inquietante signo del libertarismo
de los tiempos. Se avanzaban las más ló-
bregas teorías sobre la clase de refinada
educación que estaría recibiendo el zagal.
En realidad el niño Felipe hacía lo que to-
dos los niños, repitiendo lo que oía en casa
(sin que su madre doña Sofía lo pudiese
evitar). Y en casa el Rey Juan Carlos se ex-
presaba con esa llaneza ante todo el mun-
do, lo que luego se revelaría un acierto, en
este país tan igualitarista.
Que luego, ya en plena adolescencia, el
Príncipe Felipe se haya ido distanciando de
la campechanía Real de su padre y acer-
cándose más a la ortodoxia monárquica
de su vegetariana madre, es otra historia.
De hecho, la entera biografía de Felipe de
Borbón es un distanciamiento voluntario y
definitivo de aquel “coño” playero. Es decir,
un distanciamiento del tono confianzudo y
un poco cuartelero que tanta gracia le ha
venido haciendo a su padre, para llegar a
ser, Felipe de Borbón, un Rey “conscien-
te en todo momento de quién es”. Alteza,
sin llegar a ser altivo. Agradable con todo
el mundo pero sin excesos que pudieran
comprometer. De costumbres burguesas
“propias de cualquier chico de su tiempo”,
pero sin mancharse con la excesiva grasilla
típica del país. Aunque su presencia en las
calles es frecuente, algo que le será más di-
fícil como Rey: según lo desvelado por la re-
vista ¡Hola!, resulta que además tiene pala-
dar para elegir restaurantes populares
de Madrid, como el napolitano
sin cumplidos Pulcinella, irre-
prochable con su deliciosa
burrata acompañada de
los ligeramente agrios
“friarielli”, y la pasta
con tomate “San
Marzano”.
Ese coger dis-
tancia de los ex-
cesos de la cam-
pechanía lo alejó
de la cierta tradi-
ción taurina de la
familia, no fuera
que le lanzaran
en un brindis en la
plaza alguna mon-
tera torera con sol y
moscas, y también
lo alejó del equipo
de su padre, el Real
Madrid, haciéndose
del Atlético no sé si por
no pasar por el engorro
de celebrar demasiados
trofeos y mezclarse con el
sudor de excesivo número
de futbolistas. El Rey Felipe
de Borbón será un Rey con
más maneras clásicas de Rey de
lo que lo ha sido don Juan Car-
los, si bien por ejemplo Alfonso
XIII ya era, un poco, bastante,
tal vez demasiado, parecido
en el trato y los gustos al mo-
narca que acabamos de
tener venturosamente
durante 39 años.
El máximo
g e s t o
“rompedor” de Felipe fue su cierta vida
de ligón internacional en su juventud y el
casarse finalmente con una presentadora
de telediario de rostro cambiante, borroso,
improbable. Desde aquel lejanísimo día de
playa a mediados de los años 70, en que
el niño Felipe ya apuntaba manera de Rey
Borbón, todo ha estado encaminado para
que obtuviese el cetro Real. Pero este Rey
tan alto ya no abrazará tanto y tantas veces
a todo el mundo.