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C
ultura
ARS CASINO
Por Mª Loreto López Martínez
Restauradora
Con sabor inglés: la Biblioteca
Y
la Biblioteca del Real
Casino de Murcia es
ese pequeño Paraí-
so, mi sala preferida,
un santuario del saber al que se
entra en respetuoso silencio.
Las obras están documen-
tadas entre 1899 y mediados
de 1901, siendo el arquitecto
Pedro Cerdán el director de las
mismas. Se trata de un espacio
funcional diseñado dentro de
una clásica tipología de dos
alturas, con sala de lectura en
la zona inferior y galería corrida
que la circunda perimetralmen-
te a media altura, a la que se
asciende a través de una esca-
lera de caracol de la murciana
fundición de Francisco Peña.
Al llegar a la zona superior un
trampantojo imitando paneles
de madera sobre la pared, obra
del pintor decorador M. Ramón
Marín.
La galería se encuentra sos-
tenida por bonitas escuadras,
también en hierro fundido, de
marcado estilo modernista con
la figura de un flamenco, sím-
bolo del espíritu aventurero del
siglo XIX. Las estanterías para
los ejemplares bibliográficos,
de tipo vitrina, se convierten en
el recubrimiento del muro que,
junto a otros elementos de ma-
dera tallada que ocupan el piso
superior, es donde se concen-
tra el peso de la decoración,
marcando el carácter de esta
sala. Los elementos muebles
del piso superior y dos mesas
expositoras de la planta baja,
donde se colocaban antigua-
mente los Boletines Oficiales
del Estado para su consulta,
forman parte de la decoración
original, siendo encargados
expresamente para la misma
a talleres murcianos, el tallis-
ta Mariano Garrigós, probable
autor de las columnas, y los
ebanistas Mariano Ruiz Funes
y Francisco Rosa.
Pero los últimos retoques en
el mobiliario y la decoración, in-
cluyendo una nueva claraboya
de iluminación cenital, se alar-
gan en el tiempo hasta el año
1913. Para el mobiliario se recu-
rre a la prestigiosa casa ingle-
sa Waring & Gillow, que nace
de la fusión de dos empresas
dedicadas a la fabricación de
muebles de gran calidad des-
de el s. XVIII, habían sido los
encargados de amueblar gran-
des edificios públicos en toda
Europa, como el Hotel Ritz de
Londres, y muchos de los lujo-
sos transatlánticos de la época,
incluso el mítico Queen Mary.
A raíz de la Exposición Univer-
sal de 1900 se establecen en
París, de donde sin duda, una
pequeña plaquita en bronce lo
atestigua en cada mueble, pro-
ceden las espléndidas mesas
de escritorio y sus butaquitas
de nuestra hermosa biblioteca.
“SIEMPRE IMAGINÉ QUE EL PARAÍSO SERÍA ALGÚN TIPO DE BIBLIOTECA.”
JORGE LUIS BORGES