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O
pinión
E
n Murcia somos demasiado pro-
pensos a perdonar cualquier cosa
en los restaurantes en nombre de
la santa masificación, como siempre he-
mos perdonado que los lunes el pescado
estuviese directamente podrido porque
el domingo no se faenaba en el mar (ese
pescado había sido apresado en sábado,
se supone, pero en el remotísimo Sábado
de Gloria de cuando Cristo estaba por re-
sucitar). Ha sido literalmente entrañable,
en este país de venados, de inquisidores
y de caínes, ese ponernos todos, llenos de
empatía, en el lugar de los subasteros de
las lonjas de pescado, ofreciendo nuestra
infinita comprensión. “Claro, es que los lu-
nes...”. Por el “claro, es que los lunes” hubo
una época en que se veía con absoluta nor-
malidad que uno pillara una salmonelosis al
menos una vez al mes, por comer en lunes
lo que sólo se puede comer el martes. Por
el “claro, es que los lunes” hemos llegado
al “claro, es que está todo el mundo en la
calle y hoy cualquier sitio al que vayas es
una mierda y no te puedes quejar”. ¿Quién
lo dice?
En los días de fiesta en que todo el mun-
do está en la calle contemplamos aplacien-
tes que en los establecimientos hosteleros
nos estafen, nos den gato por liebre (la
ternera, cerdo y el jamón de York, papas y
ballenas, que diría el Juncal del inolvidable
Paco Rabal) o incluso directamente nos
maltraten. “No puedes pedir hoy nada ni
puedes esperar nada, porque está todo el
mundo en la calle y no es día para ponerse
exquisito ni exigente”. Cuando es al contrario.
Es en esos días, precisamente, donde los
establecimientos donde te refugias del ho-
LOS PADRES DIRIGEN
P
ara conocer al niño hay que analizar y comprender tanto
los cambios que se producen como aquellos aspectos que
inciden en su desarrollo, desde que es concebido hasta
que se convierte en una persona adulta.
La evolución es permanente e impelida por una serie de fuerzas
que confluyen: herencia, nivel socio económico, situación geográ-
fica y de población, ambiente social y familiar, estimulación, etc, de
tal manera que cada minuto se es diferente aunque no se perciba
tal diferencia. Sin embargo llega un momento en que la diferencia
es significativa -umbral diferencial- y se detectan estadios distin-
tos. Entonces los padres hablan de cambio (conclusión que se
obtiene por observación y comparación entre dos estados del mis-
mo ser) porque su hijo o hija ya no es igual y se preguntan cómo
ha podido ocurrir. Si ellos han seguido haciendo lo mismo ¿cómo
su hijo reacciona de otra manera? Es la misma pregunta que se
hacen los padres con varios hijos:
“si los tratamos a todos igual ¿por
qué este niño no actúa como sus
hermanos?”.
La respuesta es concreta. Al
igual que el mismo árbol tiene frutos de diferente tamaño, color y
grado de madurez, cada niño es diferente, evoluciona más rápida-
mente que los adultos y está mediatizado por sus propios genes,
por el ambiente social y por los aciertos y errores de sus padres,
hermanos o profesores. Cada uno construye su propia historia con
los “materiales” que encuentra a su disposición y según las direc-
trices del “arquitecto” que diseña el mejor aprovechamiento.
Siguiendo con la metáfora de la construcción, unos pueden
“construir su vida” con mármol, otros con hierro o barro. Así, según
los “materiales” que use, la “dirección de obra” y el “amueblamien-
to” que decida, van surgiendo las diferencias entre unas personas
y otras, que se acentúan con el paso de los años. El niño dispone
de unas capacidades, pero la utilización de esos “materiales” tiene
que ser dirigida por los “arquitectos de su educación” (padres, pro-
fesores y familiares), con plena dedicación y responsabilidad en la
obra que va creciendo día a día.
Podemos ver que los cambios empezaron hace bastante tiempo.
Lo que aprendimos siendo hijos no nos sirve siendo padres, por-
que como dice Khalil Gibran “la vida no retrocede ni se entretiene
con el ayer” y mucho menos para nosotros en los últimos veinte
años. Si intentamos comprender a los niños de hoy con las estruc-
turas mentales de nuestra infancia, estamos en la prehistoria. La
estimulación temprana, el caudal informativo que ofrecen los me-
dios de comunicación, la estimulación de las nuevas tecnologías,
la mejor alimentación, la dedicación de padres y profesionales, etc.
conducen a un mayor desarrollo y adquisición de formas de pensa-
miento divergentes de la estructura que dominamos. El hombre de
mañana crece hoy más rápido que
los tratados que sobre él versan;
quedan atrás las recetas y sólo po-
demos actuar desde una apertura
mental dispuesta, constantemen-
te, a
conocer y adaptar
en cada momento y cada situación.
El cambio, en el sentido de modificación y variación, es conti-
nuo, aunque su percepción dependa mucho de las dotes de ob-
servación, de la preparación e interés con que contemos. El niño
irá pasando por una serie de estructuras en las que los procesos
de integración constituyen una nueva estructura que, a su vez,
amplía la relación, dando una nueva resultante, de forma que esta
dialéctica en espiral prosigue sin fin. Es decir, cada nueva expe-
riencia es como subir un peldaño de una escalera desde el que se
obtiene una nueva panorámica, una nueva percepción y un nuevo
concepto. Y, por supuesto, una nueva forma de actuar que los pa-
dres dirigen.
Juan Pérez Cobacho
EDUCACIÓN y FUTURO
COMER BASURA EN DÍA DE FIESTA
José Antonio Martínez-Abarca
CONTRA CASI TODO
“Si los tratamos a todos igual ¿por qué
este niño no actúa como sus hermanos?”,
se preguntan muchos padres