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C
ULTURA
LORCA ENTRE BRUMAS
Y POLVO
Lloro por ti,
aunque no me encuentro
en tus entrañas,
pero siento tus lágrimas
como sendas doradas,
que de nuevo,
darán brillo a tus calles.
Un Padrenuestro ofrece mi corazón
por el alma de vuestros muertos,
que no verán que Lorca,
volverá a resplandecer
entre llanto y sufrimiento,
como dorada espiga al sol.
Qué los espíritus
guarden silencio,
por la explosión de dolor,
que Lorca ha sufrido.
Lorca somos todos,
y los murcianos te aman;
más yo,
que nací en esa ciudad,
de padres lorquinos,
y mis lágrimas por ti,
y por los que se fueron,
perdurarán hasta el infinito.
No dudes Lorca
que volverás a brillar
¡como la Ciudad del Sol!,
pero nunca olvidaré
que un terremoto,
ha roto un trozo de mi región.
Si gano un céntimo,
quiero que sea para arreglar
algunos de tus monumentos,
o para poner una piedra,
en las casas
de los que se han quedado sin techo.
Declaración de la autora,
con motivo de su última exposición
como pintora.
Paquita García Valverde
Tesorera de la Asociación de Poetas y
Escritores del Real Casino de Murcia
Pintora, escritora y poeta.
El Rincón
del Poeta
La Plaza de la Cruz,
de Jorge Guillén
ENCLAVES LITERARIOS DE MURCIA
Por Santiago Delgado
L
a Plaza de la Cruz, oficialmente Plaza de
Hernández Amores, recibe también el nom-
bre popular de Plaza de las Cadenas. Allí es-
tuvo Jorge Guillén, el poeta del 27, cuando se gana-
ba la vida como Catedrático de Literatura Española
en la Universidad de Murcia. Subió a la Torre, con
algunos amigos murcianos, y se hizo foto allá arri-
ba, donde las campanas. Poco después en la Gue-
rra Civil, la Torre sería refugio de perseguidos por
el Frente Popular. O de supuestos perseguidos, que
el miedo es libre. Cuando subió Guillén, no. Dicen
papeles que hicieron tertulia varias veces, bajo las
acogedoras concavidades de las broncíneas cam-
panas.Ya únicamente por eso, es una Plaza Litera-
ria. De los recuerdos gráficos de aquella ascensión,
Don Jorge escribió un poemilla, en la forma de una
décima. Hela aquí:
El caserío se entiende
con el reloj de la torre
para que ni el viento enmiende
ni la luz del viento borre
la claridad del sistema
que su panorama extrema:
transeúntes diminutos
ciñen su azar a la traza
que con sus rectas enlaza
las calles a los minutos.
Luego, cuando a principios de los 50, regresó a
Murcia, al pasar por esta Plaza de la Cruz, miró
hacia arriba, y dijo: “Sí, aquí fue…”, y todos supie-
ron que se refería a la décima. Don Jorge llama a
la visión de Murcia, “caserío”. Pudiera tomarse por
un despectivo, pero no lo es. La Murcia de hace 90
años, más era caserío que ciudad. La urbe acaba-
ba en Santo Domingo, el Carmen en la iglesia de
tal nombre, la Plaza de Toros y la Condomina era
extrarradio, y el Malecón entraba en la Huerta de
Murcia, mucho antes de llegar a la Sartén. O sea,
era un caserío. Ya habla en esta décima murcia de
la “claridad del sistema”. No es momento de glosar-
lo, pero esa frase resume mucho la idea poética del
poeta del 27, al que tanto alabaron por todo el Orbe.
Don Jorge era poeta de la claridad, no de la oscuri-
dad. Buscaba la poesía pura, aunque no mucho. Y
sus poemas no son desgarrados y vibrantes como
los de Bécquer o Lorca. Esta Plaza de la Cruz,
que se llama así por la Cruz que hay encima de la
Puerta Norte de la Cátedra, y no por la que sobre
pedestal de mármol se levanta negra en el medio
de la plaza, vio, pues a uno de los poetas univer-
sales más importantes del siglo XX, reafirmarse en
el hallazgo que hiciera un día en la Murcia de la
Dictadura de Primo.
Por alguna parte de la Plaza debería estar esta
décima de Guillén, que si no es arrebatadora, sí es
testimonial de la trayectoria poética del vallisoleta-
no que se enamoró de Murcia.
Fotografías: Ana Bernal.