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PALABRAS
P
C
on los excelentes diseñadores que ha habido
y hay en la Región de Murcia, resulta incom-
prensible cómo nuestros productos, los que
pueden encontrarse en los establecimientos
para sibaritas, algunos de ellos de una exqui-
sitez desoladora (desoladora porque nadie
parece prestarles atención) están, generalmente hablando,
tan pésimamente presentados. Tan a la murciana, en definiti-
va. Sólo por el aspecto por el que tratan de ser vendidos, los
productos murcianos dan ganas de no comprarlos. Invitan al
pasotismo. Al fatalismo, es decir, a la cansera. “
¿Pa qué quiés
que lo compre?
”.
Hará un cuarto de siglo recuerdo que mi querido Severo
Almansa publicó un libro sobre etiquetado de productos de
la Región, entonces compuesta
por Murcia y Albacete, durante
la última parte del siglo XIX y los
primeros decenios del XX. Era un
libro también desolador. Ejem-
plarmente editado, podíamos
admirar en él maravillosas eti-
quetas de alimentos murcianos
ya por entonces considerados
delikatessen
allá donde se expor-
taban, y mucho antes de que na-
die aquí hubiese empleado jamás
esa palabra ni la entendiera. Eran
obras maestras del diseño indus-
trial. Y cuando no llegaba a indus-
trial, al menos el diseño con gusto
para productos de artesanía. ¿Qué se hizo de todo aquello?
Con las pertinentes excepciones, por ejemplo el hoy mun-
dialmente famoso, y no sólo por su calidad sino también por su
adecuada puesta en valor, vino de Jumilla o Yecla, la presenta-
ción de los productos regionales es cutre. Muy cutre. En algún
caso adecuadamente cutre, señalando de manera muy justa
para el posible comprador lo que es algún que otro producto
que jamás debería ser vendido como singular delicia dado que
no pasa de vulgar comida “de batalla”. Por ejemplo, no es po-
sible que pretendamos hacernos los finos colocando por ahí,
aún, el mismo melocotón en almíbar con que se terminaban
los postres de las comuniones de pobres cuando aún no ha-
bía sociedad de consumo en España. El melocotón en almíbar,
acompañado de nata de spray y del sobrevalorado plátano de
Canarias -esa es otra, Canarias vive del proteccionismo de ti-
marnos con sus plátanos, como lo hacen los mineros de Astu-
rias con su carbón, cuando el mundo tiene mejores a patadas-
era para hipercalorizar a la gente de antes cuando venía a una
comunión de los críos sin haber comido en una semana. ¿En
serio que aún estamos con eso? O ese “queso al vino tinto” con
denominación de origen de la Región, que fue mediocre cuan-
do lo sacaron como ocurrencia, con no poco éxito para lo que
merecía, dicho sea de paso, y que será mediocre siempre, un
vulgar queso demesón de carretera, justo cuando España, gra-
cias a alguna gente que ama su trabajo, ya no tiene absoluta-
mente nada que envidiar a Francia e Italia, es decir, al planeta,
en quesos. Estamos haciendo el ridículo con ese queso, en una
Región que desde luego no se caracteriza por ellos. Quemen
las existencias.
Sin embargo, en otros casos los productos murcianos me-
recen que el mundo entero los conozca según lo excepcionales
que son, y tal y como los empresarios que se ocupan de ellos
los presentan, nunca se llegará a nada. Por falta de calidad en
el envasado y por el envase mismo. El ejemplo que siempre
pongo es el de la oliva mollar de Cieza, que me quita el sue-
ño desde hace mucho tiempo. Sí, esa de carácter arrollador,
verde y dura que tiene pequeñas
jorobas y es más amarga que la
vejez. La oliva que sería perfecta
para acompañar el whisky seco
escocés, cuando alguien descu-
bra ese perfecto maridaje, que
sobrepasará incluso al de las
ostras con cerveza Guinness.
Pocas olivas hay en el orbe del
encurtido que se la puedan com-
parar. Ninguna sobrepasar. Ya
me he ocupado yo de saber de
qué hablo. Pues bien, la desga-
na con que se tratar de vender
por ahí una pálida copia de las
auténticas -las auténticas antes
sólo podían conseguirse en el pueblo de manera no oficial, y si
tenías contactos, ahora a lo peor tampoco- es realmente des-
armante. Una de las mejores cosas sin discusión alguna que
tiene o tenía este castigado territorio, una pequeña gran cosa,
una perfección semidesconocida, y no hay nadie aquí -pasan
los decenios, los siglos, y sigue sin haber nadie- que seleccione
y envase algo que debe estar obligatoriamente en las tiendas
más caras del mundo. A todo el mundo le da igual.
Tantas veces Murcia es una cosa demasiado seria como
para dejarla en manos de los murcianos.
OLIVAS DE CIEZA
CONTRA CASI TODO
POR JOSÉ ANT. MARTÍNEZ-ABARCA
NO HAY NADIE AQUÍ -PASAN LOS
DECENIOS, LOS SIGLOS, Y SIGUE SIN
HABER NADIE- QUE SELECCIONE
Y ENVASE ALGO QUE DEBE ESTAR
OBLIGATORIAMENTE EN LAS TIENDAS
MÁS CARAS DEL MUNDO