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ENTREVISTA
E
Tercera década
. La oportunidad de terminar
su formación en la Academia de España en Roma
con una beca surgió en el 69. Roma, como el mis-
mo reconoce, ha tenido una importancia capi-
tal en su obra y en su vida. “Roma me cambió la
vida. Cuando yo llegué a Italia me fascinó todo”.
Comenzó también su andadura con el teatro, tra-
bajando con grupos experimentales, y conoció a la
que sería su mujer durante 29 años. “Lo que más
me influyó fue el prerrenacimiento, ese gusto por
el dibujo que es muy importante, y la luz, que es
algo que le robé a Piero de la Francesca”, señala en-
tre risas. Apunta que ha vivido más tiempo en Ita-
lia que en España, seguramente por eso le han he-
cho hijo adoptivo en tres sitios: Fabiano, Ragussa
y Anguillara. Su obra se enriqueció enormemente
con aquella experiencia aunque señala que tuvo
una ‘caligrafía’ muy definida desde el principio.
“Hay algo muy curioso. Cuando yo llegué a Italia
ya sabía lo que quería. Hay un cuadro del 68, una
pequeña tablita, en el que está prácticamente todo
lo que yo voy a pintar después”.
Cuarta década.
La pérdida de un hijo antes de
nacer, “una historia terrible que nos marcó”, llevó a
Pedro Cano y su mujer a hacer un cambio radical
en sus vidas y embarcarse en un largo viaje por Lati-
noamérica en 1976. “Fue un viaje precioso de Mé-
xico a Brasil. Yo pintaba todos los días. Era nuestro
sustento”, señala. “Para mí ha sido importantísimo
viajar. Hay gente que no ha salido nunca de su casa
y ha hecho cosas maravillosas pero para mí es esen-
cial. Me ha dado la oportunidad de conocer luga-
res, aprender lenguas y conocer historias”.
Quinta década.
En 1984 Pedro Cano se trasla-
da a Nueva York, ciudad que marcaría la siguiente
etapa en su trayectoria. “Llegué para cinco meses
y me quedé cinco años, y sobreviví en Nueva York
con mi trabajo”, subraya. “Aquello era una locura.
La gente llegaba y perdía la perspectiva, cambiaba
de estilo completamente. Artísticamente me apor-
tó la conciencia de que yo tenía que continuar con
mi estilo y enriquecerme de todo lo que veía. Mi
trabajo se enriqueció pero no se trasformó. Si ibas
detrás de las modas, te disolvías.”
Sexta década.
Un revitalizado Pedro Cano
decidió volver a Blanca, a las raíces, y comenzar
una nueva etapa en los 90 del siglo pasado. “Me
hice un estudio en un lugar donde mi abuelo, que
era pastor, tenía el ganado, cerca del castillo. Allí
he pasado años muy buenos”, señala. Años de una
nueva fertilidad. Es la etapa de series como ‘Iden-
tidad en tránsito’ o ‘Las Puertas de Roma’, o los di-
seños de los trajes para
Las memorias de Adriano
de Marguerite Yourcenar, en la Villa Adriana de
Tívoli. “Tengo pasión por el teatro. Es algo que lo
haces y desaparece, solo se queda en la memoria.
Eso es muy hermoso. Siempre me ha gustado y mi
pintura tiene mucha influencia del teatro y el cine”.
La década culmina con la exposición Pedro Cano
Ad Portas
, en el Museo delle Mura que organiza-
ron para el Jubileo de 2000 los Ayuntamientos de
Roma y Cartagena.
Séptima década.
“Yo tengo que trabajar para
vivir, aunque no necesito mucho. A mí ser pintor
me ha dado mucha libertad. Tenía amigos que da-
ban clases, con cátedra, pero estaban sujetos a obli-
gaciones. Yo tenía una libertad total. Eso es muy
bonito”. Reconoce, no obstante, que vivir del arte
es complicado y, muchas veces, injusto. “Conoz-
co pintores maravillosos, actores estupendos, que
no tienen ningún reflejo en la sociedad y es muy
triste. Es una lotería. Puedes ser muy bueno pero
si no tienes la conexión con la gente… Eso es una
cosa milagrosa”. A él, como señala, le ha sonreído
ROMA, COMO EL MISMO RECONOCE,
HA TENIDO UNA IMPORTANCIA CAPITAL
EN SU OBRA Y EN SU VIDA. “ROMA ME
CAMBIÓ LA VIDA. CUANDO YO LLEGUÉ
A ITALIA ME FASCINÓ TODO”