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E
ra una obra titánica. Uno
de esos trabajos que se
presentan una vez en la
vida y lo sabían. Lo que
las restauradoras Loreto
López, Paloma Jiménez e
Isabel Sánchez Prieto hicieron, sufrie-
ron y aprendieron durante la restaura-
ción decorativa del Real Casino de Mur-
cia a la que dedicaron cinco años de su
vida solo lo saben, ellas pero en la con-
ferencia programada por Cultura Díaz
Bautista quedó patente la ardua labor
que tuvieron que abordar.
“Lo primero que intentamos fue
ver cómo era el edifico en origen para
entenderlo y poder actuar con criterio”,
explica Loreto López. Una legión de pro-
fesionales entre arquitectos técnicos,
historiadores, restauradores y otras dis-
ciplinas formaron parte del equipo que
trabajó en las obras de rehabilitación
del edificio entre 2006 y 2009 bajo la
supervisión de Juan Carlos Cartagena
como arquitecto director. Las actuacio-
nes sobre la decoración recayeron en
dos equipos, uno de ellos dirigido por
la historiadora del arte Loreto López y
al que le tocó acometer la restauración
de todos los bienes muebles ( mobilia-
rio, cuadros, esculturas, etc.), el Salón
de Baile y el Tocador de Señoras, ade-
más de hacer el proyecto de restaura-
ción integral donde se recogían todas
las acciones. Lo que encontraron fue un
edificio muy complejo (en realidad es
una combinación de 8 o 9 construccio-
nes diferentes) en las que semezclan los
estilos más diversos y en un estado más
que preocupante: grietas y humedades
por doquier, pro-
blemas de estruc-
tura y deterioro de todos los elementos
decorativos. El sueño de cualquier res-
taurador. O la pesadilla. Se sumaban,
además, algunas actuaciones de con-
servación difíciles de comprender, como
los falsos techos de escayola o la multi-
tud de capas de tela y pintura sobre las
paredes originales para tapar defectos.
La técnica de barrer bajo la alfombra en
cuanto a restauración se refiere.
“El estado era lamentable y había
peligro de desprendimiento. Las grietas
eran una constante en todos los salo-
nes, en especial en el Salón de Baile, y
las yeserías estaban descompuestas”,
señala López. La restauración decorati-
va se basó en tres líneas: revestimiento
de parietales, reparación de muros y
recuperación de los esquemas de color;
pinturas decorativas murales; y mobi-
liario, esculturas y cuadros. Una tarea
que requirió la dedicación en cuerpo y
alma de un equipo de nueve personas
y mucha imaginación para sortear los
innumerables problemas que iban sur-
giendo. Pero sin duda, el mayor dolor
de cabeza de toda aquella intervención
titánica fue la restauración del techo del
Salón de Baile, la “Alegoría de las Bellas
Artes”, una bellísima pintura sobre lien-
zo de 189 metros cuadrados fijada al
techo con un bastidor que incluía en sí
misma todos los desastres presentes en
el inmueble: perforaciones, desgarros,
filtraciones de agua, manchas negras
fruto de décadas de tabaco (porque se
fumaba y mucho) y del aceite de las lám-
paras de gas que daban luz a la estancia.
Y lo peor estaba detrás del lienzo, abom-
bado por el peso de cascotes y sobre el
que encontraron hasta ratas muertas y
el armazón de yeso con cañizo destrui-
do. “El deterioro era muy grande. Fue un
trabajo complicadísimo de restauración,
de los más tremendos que he hecho en
mi vida”, señala López. Tan complicado
como desmontar cada una de las 54
piezas que conformaban la pintura para
someterlas a un duro trabajo de restau-
ración que incluía limpieza, hidratación,
eliminación de sales y reintegración cro-
mática, entre otros. Un trabajo de chi-
nos. “Lo más difícil fue limpiarlas, por-
que la pintura era un mezcla de temple y
óleo de baja carga matérica y en los po-
ros de la pintura se había introducido el
humo, que es casi imposible de eliminar
por completo”, cuenta. Lo peor estaba
por venir. Una vez realizado esa labor,
cuando tocó devolver los 54 lienzos al
techo como si fuera un inmenso puzzle,
se dieron cuenta de que sobraba tela
por todos lados. “La tela había cedido y
no encajaba”, explica, recordando que
ese día fue incapaz de reprimir las lágri-
mas. “Sin duda, fue el trabajo más arduo,
más complejo y más difícil de mi carrera.
Y el de todo el equipo”.
La restauración decorativa duro
casi cinco años entre la elaboración del
proyecto y su ejecución. Nueve perso-
nas formaron el equipo de López cuyo
objetivo era devolver al Real Casino
de Murcia el esplendor de antaño. Una
obra faraónica que a todas luces consi-
guieron con creces, no en vano el Toca-
dor de Señoras y el Salón de Baile son
dos de las estancias más admiradas y
elogiadas del edificio. “Es un grandísimo
orgullo haber hecho este trabajo. Es la
obra de mi vida porque hicimos de todo
y a la vista está”.