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O
PINIÓN
Los medios elegidos, es decir, las
formas, lo son todo. El general ahora
político de “Pudimos” José Julio Rodrí-
guez comunicó su protesta al Gobierno
por haberle cesado, hace unas fechas,
precisamente por haberse metido en
política, algo incompatible con su con-
dición militar. Pero Rodríguez dirigió su
protesta oficial al Gobierno por “Twitter”.
Ahora todo el mundo manda las comu-
nicaciones oficiales en “tuits”. Ya se lo gri-
taron el otro día al entrenador del Real
Madrid Benítez, para que se enterara de
que a su equipo lo podían expulsar de
la Copa del Rey: “Benítez, mira el Twitter”.
Ya ni siquiera los tuits acaban como las
cartas de antes, con un “que Dios guarde
a usted muchos años”.¿Lo de ahora son
maneras? Volviendo a lo del militar José
Julio Rodríguez. Antes los generales co-
municaban sus protestas al Gobierno pe-
gándose un tiro. Era una manifestación
de disgusto bastante efectiva. ¿Lo propio
de la gallardía castrense es vomitar en
red lo que se le ocurre, como sus ahora
compinches de “Pudimos”? Nadie sabe
despedir ni despedirse.
Me gustaba ese tiempo en que la gen-
te se comunicaba a través de eso que
con expresión tan bella, hoy desapa-
recida, se decía “a vuelta de correo”. “A
vuelta de correo” significaba que alguien
enviaba una elegante esquelita a través
de un cochero, el cochero llegaba a un
domicilio y se la daba al mayordomo, el
cual la ponía en la bandeja del desayu-
no del destinatario, éste leía la esquelita
mientras desayunaba y después daba
una nota de respuesta al mayordomo, el
cual invertía el proceso para mandársela
al remitente. Las esquelitas con malas
noticias se perfumaban con esencia de
rosas, y las románticas a violetas. Ya no
se hacen cosas así.
A mí me gustaría que todos los men-
sajes políticos, los ceses o las rupturas
sentimentales se notificasen en condi-
ciones. Como aquella hermosa esquelita
que le envió Stalin a Churchill a la maña-
na siguiente en que éste hubiera estado
bebiendo hasta altas horas con el dicta-
dor y poniendo a parir a las potencias oc-
cidentales, en Moscú: “Qué gran velada
la de anoche, en su compañía. Postda-
ta: no se preocupe por lo que hablamos
anoche. El intérprete ha sido fusilado al
amanecer”.
L
a madre de una de mis mejores amigas es una su-
fridora nata. Sufre con catástrofes y con nimiedades,
tanto reales como imaginarias. A menudo se le escu-
cha: “Imagínate que se estrellara ese avión con tanta gente,
¡Dios mío!, o que pusieran una bomba en ese tren...” Bue-
no, hay que reconocerle que aunque imaginación no le falta,
a veces, hasta acierta la condenada. Personas que, si no
tienen problemas, fabrican contrariedades de donde no las
hay, suelen ser más frecuentes de lo que creemos. Es como
si el ser humano tuviera un gen encargado de producirnos
infelicidad y cuando no hay causa aparente
para ello, nos la inventamos.
Como si con ver el telediario no tuviése-
mos bastante. Imágenes demoledoras de
atentados, de guerras, de terremotos, de
destrucción… Inmigrantes ateridos de frío
tras cruzar un cementerio de aguas bus-
cando una oportunidad. Y en mitad de tanta
mala noticia que nos deja sin aliento y sin
apetito, mientras el cerebro intenta procesar
tanto dolor respirando hondo, pestañeando
para sacudir las lágrimas… irrumpe en la
pantalla televisiva una barbie rubia clónica,
puesstísssima de equipo de esquí último modelo, para que-
jarse “ossea”, de que este año, con tan buen tiempo, se va a
tener que quedar sin esquiar
Y, claro, ves eso y a poco sentido común que se tenga lo
primero que se te viene es pensar si es que donde nieva no
ven las noticias de los desastres que están ocurriendo en el
mundo, o si es que la nieve afecta también al corazón, pero,
como a veces la palabra es más rápida que el pensamien-
to, lo primero que te sale es decir, ¿pero qué está diciendo
la tontaelpijo esta? Preocupada porque no puede esquiar,
inventándose un infortunio de mierda cuando hay filones de
sufrimiento para repartir por el mundo.
Mi amigo y poeta Salvador Moreno, que tiene la mara-
villosa costumbre de escribir un poema navideño cada di-
ciembre, tiene uno extraordinario dedicado a los reyes, no a
los Borbones, ni a los de verdad (léase Magos), sino a esos
otros reyes del hambre y la desdicha, a esos otros reyes de
infortunios que también les guía una estrella “La estrella del
hambre”, a esos que vienen buscando “las
luces de hogares y escuelas,/ de calor y te-
cho,/ les guía una estrella de vida y sustento,
/ de esperanza y sueño,/ ya vienen los re-
yes… / contenido el hálito, silentes, callados,
/ tostados, curtidos/ de sal y de angustia,/
eterno moreno / peregrino y libre./
la Estre-
lla del Hambre
/ les guía y dirige su hermosa
aventura… ¿hay sitio en la Cuna?”
Tal vez, haya problemas de nieve en es-
taciones de esquí para que quienes vayan
hasta allí tengan tiempo y ocasión para ver
la estrella que guía hasta el dolor, o esa otra
estrella que siempre brilla, incluso entre la muerte: la estre-
lla de la vida y la esperanza, la de esos niños que contra
todo pronóstico se empeñan en seguir vivos dentro de un
contenedor de basura o bajo una alcantarilla: supervivientes
rescatados in extremis.
Siempre hay una estrella, lo que ocurre es que, las más de
las veces, miramos cómo están las pistas de esquí, y, claro,
si no alzamos los ojos difícilmente conseguiremos verlas.
LA ESTRELLA DEL HAMBRE
CICUTA CON ALMÍBAR
Ana María Tomás