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E
ntrevista
Ahora hemos subido hasta la hermosa sierra
que separa el valle mursí
de la dulce llanura que pende hacia Cartagena.
Los pinos nos dan su sombra fresca,
y la tarde, en sus copas, se pone dorada,
como dama a la que el tiempo hermosea.
Más abajo saciamos nuestra sed en las fuentes que manaban
del musgo y de la piedra.
Contemplo el sol del poniente, que ahora ilumina a al-Andalus... y se aleja.
La brisa bate en la fronda y, como rumor a distancia,
con gracia y acorde, en nuestros oídos resuena.
Mi alma sus inquietudes deslía, y nada me preocupa
sino extasiarme ahora ante este sosiego que tiene aquí la naturaleza
A mi derecha, Múrsiya, verde y galana
con sus norias y sus huertas.
La Gran Mezquita y sus dos alcázares, Násir y Seguer,
entre muros, arrayanes y palmeras.
A mi izquierda, Cartagena,
Puerta del Mar, por donde tanta cultura y tanta belleza
entró en Hispania, ante de que Hispania fuera.
Baste decir eso para que el elogio colme el oído
de todo aquél que -como yo- de aquella preclara ciudad proceda.
¡Oh, quién pudiera abrazar las dos ciudades
y en un único solar, fundir el mar con las huertas,
como en el crisol del alquimista se funde con el mercurio
[cualquier materia.
Y así, unir el azul infinito con el verde de las moreras;
la blancura de la sal y de las velas
con el agua clara, pura y cristalina de las albercas.
¡Oh, tierras de Todmir, tierras mías, dignas del Profeta:
quiero recordaros siempre así, como ahora mis ojos os contemplan;
antes de marchar al otro lado del mar,
para huir de los malos tiempos que han de venir
y que ya presiento de mí muy cerca.
Grabar quiero‚ en mis ojos estos colores tuyos de grandeza;
para que al ir a cerrarlos yo en el Magreb, cuando muera,
pueda mirarlos por última vez, aún en la ausencia;
y así, al llegar al Paraíso no encuentre al abrirlos diferencia
entre ellos y los que el Creador dispuso que en el Paraíso hubiera!
P
ara seguir celebrando el re-
corrido de la Murcia Literaria,
les propongo este poema de
mi autoría. Imita al poeta cartagene-
ro Al Qartayanní, que amó por igual
a Murcia y a Cartagena. Léanlo en-
tre los restos de la Muralla Árabe de
Murcia de la Calle de Verónicas. Sen-
tirán algo por dentro. Los antiguos
moradores de esta ciudad la querían
igual que nosotros.
El-Qartayanni contempla el paisa-
je desde la cresta del Gallo, antes
de partir hacia el exilio voluntario
en Túnez
“Házim pasó la adolescencia y ju-
ventud en la comarca de Cartagena
con frecuentes estancias en Murcia,
donde su padre ejerció el cargo de
qadí y él cursó estudios bajo la direc-
ción del maestro al-Tarasuni, sabio
enciclopédico que le enseñó literatu-
ra, ciencias religiosas y diversas dis-
ciplinas que contribuyeron a dotarlo
de una sólida base cultural”(Julio
Más).
“Con anterioridad (a la muerte de
Ibn-Hud), Házim había perdido a su
padre. Córdoba había caído en po-
der de los cristianos en el amanecer
de un verano sangriento. Y Házim,
abrumado por todos estos desdicha-
dos acontecimientos, se ve obligado
-como muchos de sus conciudada-
nos- a abandonar el país emigrando
a Marruecos” (Francisco García Al-
baladejo).
Versos árabes
para la muralla
de Verónicas
ENCLAVES LITERARIOS DE MURCIA
Por Santiago Delgado