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E
special
S
emana
S
anta
Por Loreto López.
H
ablar de la Semana Santa de Murcia parece que inevi-
tablemente conduce a hablar del más ilustre y conocido
de los imagineros murcianos,
Francisco Salzillo
; pero
es tan abrumadoramente abundante lo dicho sobre la grandeza
de sus imágenes, a lo largo de sus ya más de 200 años de exis-
tencia, que muy poco podría aportar sin caer en la redundancia.
No da este espacio para poder hacer un recorrido completo
por todos y cada uno de los pasos que se pueden contemplar.
Sería arduo y para eso están libros especializados y programas
cofrades, que pueden saciar la curiosidad del lector; aunque si
quisiera aprovechar esta oportunidad para enardecer el murciano
orgullo de contar con uno de los más ricos patrimonios procesio-
nales de nuestro país.
La considerable y espectacular colección de imágenes que du-
rante diez días, gracias al esfuerzo de todos los que componen
las cofradías penitenciales, sale a las calles de la ciudad hacien-
do de ella un verdadero museo vivo, para disfrute de todos los
viandantes, es mucho, no, mejor decir muchísimo más que un
solo nombre, aunque de la mayoría de ellos el devoto espectador
nunca hayan oído hablar, y a
aquellos que precedieron al ba-
rroco arte salzillesco es a quie-
nes voy a dedicar estas líneas.
En primer lugar me gustaría
esclarecer que anonimato no es
sinónimo de mediocridad, y así es como de autor
Anónimo
(al
no encontrar el documento o dato que nos deje poner nombre
al escultor) aunque de indiscutible importancia son dos de las
imágenes más antiguas que desfilan por las calles murcianas;
en la noche del Martes
Santo el Santísimo Cristo de la Salud
(s.XV-XVI), de tamaño imponente y dramático aspecto, con esas
reminiscencias góticas que tanto llaman la atención al especta-
dor levantino, acostumbrado a la dulzura del barroco, y en la ma-
ñana del Viernes el hermoso
Jesús Nazareno
(s.XVI), de origen
italiano, titular de la Cofradía donde los pasos de Salzillo parecen
eclipsarle a su discreto realismo.
El prolífico escultor jesuita
Domingo Beltrán
, cuya obra se
encuentra repartida en todo el territorio nacional, realiza en su
última etapa para la iglesia de San Esteban de nuestra ciudad el
espléndido
Cristo de la Misericordia
(1581), Señor de la noche
de Viernes Santo, cuando el Renacimiento llegaba a su fin.
De estirpe de escultores renacentistas,
Diego de Ayala
nos
dejó en el
Santísimo Cristo Yacente
(h.1574), que el Sábado
Santo abandona la iglesia museo de San Juan de Dios, uno de
los más bellos ejemplos de esta representación en el manierismo
español.
Entramos en el momento álgido de la imaginería pasional, el
Barroco, y hasta tierras levantinas viene de la mano de una figu-
ra transcendente en la historia del arte, el estrasburgués
Nicolás
de Bussy
, llegado a la corte como escultor del rey Carlos II. Su
legado en Murcia, entre otras obras reconocidas y algunas atri-
buidas, es uno de los más singulares crucificados, el
Cristo de
la Sangre
(1693), que cargado de simbología mística parece ca-
minar desde el barrio del Carmen el Miércoles Santo. También a
él se atribuyen
Nuestro Padre Jesús del Gran Poder
(h.1690),
desfilando en la primera procesión murciana del Viernes de Do-
lores, y el bellísimo rostro de
Nuestro Padre Jesús del Rescate
(finales del s.XVII), que prodigando serenidad cruza el arco de la
plaza de San Juan el Martes Santo.
Trabajaba Bussy en nuestra ciudad cuando llega desde el sur
de Italia
Nicolás Salzillo
, a quien se atribuye
Nuestro Padre
Jesús de La Merced
, y a partir
del que deberíamos hablar de
su hijo Francisco y de todos los
que después de él han sido ar-
tífices de nuestra espectacular
escultura pasional, pero ya he
avisado que eso lo dejaremos para otro momento.
Este año es protagonista de la Semana Santa en Murcia una
imagen muy especial para mí, la del
Stsmo. Cristo del Refu-
gio
(h.1525), pues junto a mis compañeros de taller hemos es-
tado cuidándola desde que la restauramos, hace más de veinte
años. Es la primera de otras maravillosas piezas murcianas que
después hemos tenido el inmenso honor y placer de trabajar: el
Rescate, el Gran Poder y el Cristo de la Salud. He dejado para el
final al Señor del Silencio del Jueves Santo no solo por su prota-
gonismo de hoy, sino también por su importancia, habiendo sido
objeto de estudios durante años y que actualmente creo no errar
en atribuir al gran escultor renacentista italiano
Jacobo Floren-
tino
, modelo de perfección anatómica, elegantes proporciones y
conmovedora belleza.
Insisto, un museo vivo, un gran orgullo para los murcianos, un
lujo para todo el que desee contemplar a su paso tantas y tan
bellas obras escultóricas.
Salzillo y mucho más
“Gracias al esfuerzo de todos los que
componen las cofradías penitenciales,
sale a las calles de la ciudad haciendo de
ella un verdadero museo vivo”
MÁS ALLÁ DE LA RIQUÍSIMA Y EXCELSA OBRA DEL MAESTRO BARROCO, MURCIA ATESORA UNA
ESPECTACULAR Y VARIADA COLECCIÓN DE IMÁGENES QUE DURANTE DIEZ DÍAS CONVIERTEN A LA
CIUDAD EN UN AUTÉNTICO MUSEO VIVO