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PERFIL
Juan Carlos Cartagena (1961), casado con
Lourdes de Insausti. Tiene una hija. Arqui-
tecto. Estudió en la Universidad de Valen-
cia. Especialista en obras de restauración.
Entre sus obras se encuentran la Iglesia
de Nuestro Padre Jesús, Los Jerónimos, la
Iglesia de Santo Domingo y la Capilla del
Rosario de Lorca o la Iglesia San Andrés de
Mazarrón. Socio desde 2005.
los que se han repuesto, igual. Por ejemplo,
para elegir el cuero de las sillas cogimos un
trozo del antiguo y buscamos uno con el
mismo gramaje, el mismo espesor, el color
igual… La restauración fue integral, hasta
los relojes de la pared. Fue una labor pre-
ciosa: las pinturas, las maderas, los dora-
dos, los mármoles…
¿Qué intervención destacaría?
Una de las salas con una intervención más
destacada fue el Patio Árabe. Para reforzar
los muros hubo que quitar la decoración
en yesería, coserlos, graparlos y después
volverlos a colocar. Fue un trabajo precioso.
Otra labor que me gustó mucho fue reforzar
el techo de las peceras y del acceso. Tuvi-
mos que inventarnos un artilugio con unos
tensores para que el peso cargara sobre la
nueva estructura y la antigua, que es la que
soporta la decoración, no tiene peso.
Después de tres años de trabajo, ¿cuál fue
su sensación al terminar?
Fue una sensación como un hijo que se te
hace mayor y se va. Me dio pena por un
lado y una inmensa satisfacción por otro.
Un sentimiento agridulce…
Exacto, agridulce… Estábamos muy satis-
fechos. Fue una obra muy entrañable. Sa-
bíamos los nombres de todos los que par-
ticipaban y hubo hasta 40 al mismo tiempo.
Hicimos muchas reuniones Juan, yo y los
responsables de los distintos oficios. En la
rehabilitación todo el mundo puso lo mejor
que tenía.
Su mayor satisfacción, ¿cuál ha sido?
Que lo disfrute todo el mundo. Que la gente
se sienta cómoda y que se vea que ha sido
una obra provechosa, que sirva para el bien
de todos los murcianos en general y los so-
cios en particular.
El resultado, ¿es el que esperaba?
Prácticamente sí. Ha habido cosas que
tuvimos que plantearlas de otra manera
por lo que nos encontramos, pero a nivel
global sí.
¿Se ha quedado algo por hacer?
Algunas cosas. Por ejemplo, teníamos pre-
visto hacer el sótano de otra manera, que
algún día habrá que hacerlo. Y completar
algunas instalaciones, pero a nivel global
está prácticamente todo hecho. El proble-
ma que tenemos es que estamos muriendo
del propio éxito, porque el Casino tiene una
afluencia en este momento que no estaba
prevista. El edificio tiene un desgaste. Es
como una señora de 80 años a la que se
le ha hecho un lifting, pero sigue teniendo
80 años.
De cara al futuro, ¿cómo se conserva a esta
vieja dama?
Con mucho cariño. Cuando terminamos la
obra, cada vez que alguien daba un golpe
a algo pensaba, “madre mía, con lo que ha
costado hacer esto”. Más de una vez está-
bamos aquí a las doce de la noche porque
habíamos visto una grieta en un muro y te-
níamos que ver como lo arreglábamos. Hay
que mantener el edificio con cariño.
Como conservador, ¿en qué consiste su la-
bor en este momento?
Trasmitir a la Junta Directiva los problemas
que tiene de conservación el edificio. Siem-
pre hay elementos sobre los que actuar. El
manteniendo es muy alto y queremos ha-
cerlo lo mejor posible, porque el edificio si-
gue teniendo muchos años y los materiales
son originales.
¿Para cuantos años más hay Casino?
Yo creo que con los planteamientos que
estamos haciendo, tenemos para muchos
años. Si se hacen las cosas correctamente,
para otro siglo y medio más.
EL RECUERDO
“De antaño, los recuerdos que tengo de cuando venía de pequeño con mi padre, mi
abuelo y la familia. De época más reciente, el momento en el que se abrió la persia-
na después de la restauración y aparecieron el vestíbulo y las peceras iluminadas.
Después de tres años intensos, de estar aquí muchos días hasta las doce de la
noche, fue un momento entrañable. Ahora quedan los buenos recuerdos.”